Enrique, un hombre de 28 años, se presenta en consulta con una notable respiración acelerada. Asegura sentir todo su cuerpo en tensión y una presión inexplicable en el pecho. Su estado va ligado a varias semanas sin poder dormir bien, despertándose a la madrugada sin volver a conciliar el sueño. Por tal motivo se siente agotado y sin energía durante el día. Mantiene ansioso casi todo el tiempo y asegura ser incapaz de controlar esa intranquilidad.
Sus preocupaciones abarcan la cotidianidad, imaginando siempre un panorama catastrófico. Teme por su trabajo, perder su novia o ser visto haciendo el ridículo. Todos estos pensamientos han terminado por aislarlo, pues prefiere evitar que sus preocupaciones terminen haciéndose realidad.
¿Cómo entender lo que le está pasando a Enrique?
Es importante destacar que todas las emociones tienen su función y te invitan a moverte (emoción viene del latín emotio que a su vez se deriva del verbo movere). La ansiedad, por ejemplo, es útil en la medida en que te ayuda en una situación de peligro real, pues te permite estar alerta para enfrentar determinada situación o te permite escapar para salvar tu vida. Pero al parecer Enrique no está precisamente en una situación de peligro; entonces, ¿por qué sentía ansiedad? La principal razón es porque el cerebro no distingue entre lo real y no real. Cualquier situación imaginaria tendrá el mismo efecto sobre el cuerpo que un acontecimiento real, pues se genera el mismo evento químico, es decir, una explosión de cortisol, adrenalina y norepinefrina.
En el caso de Enrique, se puede ver cómo el desajuste del cortisol (hormona) en su cuerpo le ocasionaba irritación, falta de sueño, problemas de memoria, baja concentración, entre otros síntomas. Después de varios días en esa rutina no era de extrañarse que se quedara en blanco cuando trataba de explicar algo importante en su trabajo o no recordara ciertas cosas al volver a casa.
En su caso no significó que estuviera perdiendo la memoria, fue simplemente que el cortisol estaba afectando su hipocampo (una zona del cerebro donde se almacena la memoria).
Vale la pena aclarar que el cortisol no es nuestro enemigo, simplemente tiene un ciclo diario. Mientras dormimos va aumentando y cerca de las 8 de la mañana llega a su pico más alto para ayudarnos con las tareas del día que empieza, y durante el día comienza a disminuir, ya cuando nos vamos a dormir está lo suficientemente bajo como para poder conciliar el sueño. ¿O no? Bueno, si sueles preocuparte más de la cuenta, los niveles de cortisol se mantendrán, ocasionando muchos de los síntomas que presenta Enrique. En su caso gracias a la terapia pudimos reducir su sufrimiento, cambiando su forma de relacionarse con los pensamientos y con los síntomas fisiológicos.
¿Cómo lo conseguimos?
La manera de lograrlo es muy simple, pero no por ello es fácil. El primer paso es identificar y aceptar el bucle generado entre pensamientos y emociones, después entender cómo este ocurre, y posteriormente hacer algo al respecto. Para identificar ese estado es necesario prestar atención al contenido de la mente. Los pensamientos son las herramientas creadoras más potentes que tenemos. De los pensamientos se generan emociones y nuestro cuerpo reacciona a esas emociones, posteriormente las emociones crean más pensamientos.
¿Qué pensamientos sueles tener? Cuando empiezas a observar lo que ocurre en tu mente, en lugar de quedarte en ellos y alimentarlos con la imaginación, simplemente los dejas pasar. Al permitirle que emerjan y desaparezcan naturalmente, les estás quitando su fuerza para provocar las emociones que te generan malestar. Hay que dejar claro que ninguna emoción es mala, lo desadaptativo es la intensidad con la que se presentan y su frecuencia.
Repito, los pensamientos generan emociones y las emociones tienen respuestas físicas y motoras. Nosotros no tenemos la capacidad de controlar los pensamientos, pero sí podemos decidir qué hacer con ellos. La consciencia nos da esa libertad. Si cambias tu relación con los pensamientos, la experiencia con las emociones también cambiará.
Espero haber podido ayudar a aclarar un poco cómo se genera la ansiedad y sobre todo mostrar que sí hay solución para ello. Si estás leyendo este artículo porque te sientes angustiado o angustiada, ten presente que la terapia te puede sacar de ese estado. Si necesitas ayuda aquí estamos para ayudarte.
Y recuerda siempre tener …
Tu mente presente
Como lo comentaba en el artículo anterior, ¿Por qué tengo ansiedad?, ser consciente de la conexión entre los pensamientos y las emociones es fundamental para cultivar una mente en calma. Con esto no quiero decir que jamás volverás a tener ansiedad, pues la idea no es “liberarnos” de ella, el trabajo consiste en cambiar la manera de relacionarnos con nuestros pensamientos y con los efectos que estos tienen en nuestro cuerpo.
Un adecuado trabajo con la ansiedad comprende observarla, aceptarla, reconocer los patrones que la generan, y posteriormente trabajar en ellos de una manera amable.
Yo sé que lo que te pido hacer es muy diferente a lo que estás acostumbrado. Pues es normal querer eliminar algo que te genera malestar a como de lugar. Pero como te habrás podido dar cuenta, intentar eliminar la ansiedad solo la incrementa, y pensar en el momento en que volverá a aparecer suele generarla más rápido. Sin lugar a duda, el querer controlarla no a funcionando nada bien, y lo único que te ha producido es culpa por no poder manejarla de la manera que quisieras.
Por eso la terapia de aceptación y compromiso apuesta por otro modo de relacionarnos con este sentimiento de ansiedad. Esta nueva manera de relacionarse ayuda a disminuir el sufrimiento. Porque la ansiedad es una emoción que si no le damos fuerza se desvanece.
Es el ciclo natural de todas las cosas: La impermanencia.
¿Por dónde empiezo?
Cuando nuestra mente está en el pasado, tendemos a estar tristes, melancólicos, recordando los errores y culpándonos. Por otro lado, cuando nuestros pensamientos están en el futuro nos sentimos ansiosos por los “y si…”.
¿Pero qué pasa si estamos en el presente? Pasa que la loca de la casa se calma por un instante. Si la mente está en calma (en el presente) las emociones generadas irán de acuerdo a ese estado. Serán por ende basadas en hechos reales y no imaginarios. Y si te angustias por algo, es porque ese algo realmente está sucediendo.
Así, lo primero que hay que hacer es entrenar la atención en el momento presente. ¿Por dónde empezar? Mira y escucha a tu alrededor con plena consciencia. Ya sé que no es fácil, pues nuestra mente siempre tiende a irse hacia el pasado o el futuro, esto es totalmente normal. Pero no te preocupes, con la práctica cada vez será más fácil estar presente.
Finalmente, siempre recomendaré la meditación, esta es muy útil para entrenar la atención de manera formal (con el cojín y la esterilla). Pero también se puede meditar de manera informal, por ejemplo cuando caminamos o cocinamos. Si estamos plenamente conscientes de lo que sea que estemos haciendo, estamos entrenando la atención consciente.